Los gestos del fútbol: entre el odio y el orgullo

La Selección Nacional Argentina salió campeona después de 28 años en el Maracaná contra Brasil. La última vez había sido en el Monumental de Guayaquil contra México. Entre una copa y la otra cambiaron muchas cosas, pero otras no tanto: en el mundo del fútbol “puto” todavía se usa como insulto y la homosexualidad es tabú. Pasado el Mes del Orgullo, los gestos del arquero “Dibu” Martínez y los cantitos de la selección a los periodistas en el partido frente a Colombia reabrieron el debate en las redes sociales y grupos de WhatsApp. Si la heteronorma manda en hinchadas, vestuarios y canchas ¿Cómo vive un jugador homosexual? ¿Qué siente cuando la hinchada canta que los del equipo contrario son “todos putos”? ¿Qué piensa cuando su Selección Nacional canta “esos putos periodistas”?

Continúa leyendo «Los gestos del fútbol: entre el odio y el orgullo»
Anuncio publicitario

Nena, no mamá

¿Qué hacía yo hace once años? ¿Cuántas cosas cambian en once años? ¿Cuánto pesan once años? ¿Dónde voy a estar dentro de once años? ¿Dónde estaba yo a los once años? ¿Dónde están las otras nenas de once años? ¿Qué sienten las nenas de once años? ¿A qué juegan las nenas de once años? ¿A qué jugaba yo a los once años? ¿Quién cuida a las nenas de once años? ¿Quién violenta a las nenas de once años? ¿Qué fragilidad tienen las nenas de once años? ¿Cuánto ríen las nenas de once años? ¿Cómo se rompen las nenas de once años? ¿Cuánto tiempo tardan en sanar las heridas de las nenas de once años?

Continúa leyendo «Nena, no mamá»

A la sombra del limonero

Fue el único que se nos murió de viejo. Todos los demás quedaron a mitad de camino por accidentes medio tontos: una tapita con un remedio para los terneros por ahí, o un tanque de agua demasiado profundo por allá. Siempre la muerte agazapada en el monte, como una fiera herida que esperaba el momento justo para salir y tragarse a uno de los nuestros. Fue el único que tuvo un accidente y pudo contar el cuento. Un día -sábado a la tarde quizás- uno de los petiseros salió medio apurado para el pueblo y lo agarró con el auto. El pobre estaba durmiendo la siesta a la sombra de la rueda cuando el ruido del motor lo despertó sin darle tiempo a nada. La sacó barata porque lo único que perdió fue la vista del ojo izquierdo: el sano, que era marrón claro, contrastaba con el otro que de a poquito se le puso celeste y borroso. Supongo que así funciona para todos, incluso para nosotros: algunos tienen un Dios aparte, y a otros les llega la hora y listo, no hay nada más que hacer.

Continúa leyendo «A la sombra del limonero»

Ese asunto de las ventanas

Me olvido de salir. Así como otros se olvidan de comer, yo me olvido de salir hasta que pienso pará, ¿cuándo fue la última vez? Tengo que ubicarme en qué día estoy y después rebobinar para encontrar algún punto de apoyo o referencia, porque el reloj ya no lo es: una comida, un pedido o una noticia. Creo que la última vez fue el viernes así que mañana ya cumpliría una semana. Ojalá tuviera esta constancia que tengo para el encierro en otras cosas. No sé si es por la fiaca que me da todo el ritual de la ropa o porque realmente no tengo la necesidad. Me vendría bien una de esas apps que te recuerdan que tenes que tomar agua, si existe una para tomar agua tiene que existir otra para tomar aire. Igual todos los días abro las ventanas de la pieza y del living. Con eso, me alcanza y me sobra.

Continúa leyendo «Ese asunto de las ventanas»

Corazón valiente

Hay un cajón adentro de un coche fúnebre. Desde adentro, se ve primero la cabeza de Jesús recostado y después un vidrio empañado. Afuera llueve. Las gotas caen, arrastran todo a su paso. Hay manos que se apoyan con crisantemos blancos, unas sobre otras. Afuera lloran. Gilda es la muerta que lloran, los crisantemos, las manos, la lluvia. Así empieza la película que después de veinte años revive a la mujer de carne y hueso que marcó un antes y un después en la cumbia, e incluso, en la música popular.

Continúa leyendo «Corazón valiente»