¿Qué hacía yo hace once años? ¿Cuántas cosas cambian en once años? ¿Cuánto pesan once años? ¿Dónde voy a estar dentro de once años? ¿Dónde estaba yo a los once años? ¿Dónde están las otras nenas de once años? ¿Qué sienten las nenas de once años? ¿A qué juegan las nenas de once años? ¿A qué jugaba yo a los once años? ¿Quién cuida a las nenas de once años? ¿Quién violenta a las nenas de once años? ¿Qué fragilidad tienen las nenas de once años? ¿Cuánto ríen las nenas de once años? ¿Cómo se rompen las nenas de once años? ¿Cuánto tiempo tardan en sanar las heridas de las nenas de once años?
Desde que leí en Distrito Interior el título “General Villegas: una menor de 11 será mamá, el papá del bebé tiene 16” no dejo de hacerme preguntas, una tras otra, con una constante de telón. ¿Por qué? ¿Por qué quien escribió no encuentra el error y la violencia? ¿Por qué escribió será mamá como si fuera un destino? ¿Por qué escribió el bebé y no “una nena de once años”? ¿Por qué, en cambio, escribió una menor? ¿Por qué escribe el papá como si ahí no hubiera pasado nada? ¿Por qué usa una foto de internet donde un médico apoya el estetoscopio en la panza de una mujer embarazada cuando se trata de una nena de once años? ¿Por qué de las 157 palabras que escribió ninguna es abuso sexual en la infancia (1)? ¿Por qué?
Quizás porque lo escribió un varón igual que el de 16, que todavía no puede o no quiere o le da lo mismo ver mucho más allá que el botón de publicar y los clicks que vendrán, por pereza, por apuro, por cobardía, por desinformación, por impacto, por desinterés o por violencia. No sé cuál de todas las opciones es la correcta, pero ya no me importa, lo que sí me importa es la nota, que es una gota más en un vaso que nunca rebasa y es el caldo de cultivo para que todos los días seamos una menos. Tantas menos que enero tuvo más femicidios que días, más llantos que risas, más entierros que fiestas.
Por eso, lo que realmente me importa es que a esa nota la pueden leer las nenas de once años, las madres y los padres de las nenas de once años, los jóvenes de 16 y las madres y los padres de los jóvenes de 16. Porque si ya no llamamos crimen pasional a los femicidios, es hora de que dejemos de llamar mamás a las nenas de once años violadas y abusadas. Porque llamarlas mamás es decirles que está todo bien, que se queden quietitas, que hagan silencio, que son objetos, que viven en un mundo en el que no importan sus deseos ni sus tiempos. Porque no se trata solo de palabras ni de cuestiones de forma, sino de lo que esas palabras hicieron y hacen en nuestros cuerpos y en los de las nenas de once años.
Escribir consentimiento, donde no puede haberlo, es de mínima violento (2), y de máxima, cómplice: “Las averiguaciones y procedimientos permitieron determinar que el padre del bebé es un menor de 16 años con el que habría mantenido relaciones sexuales consentidas; éste sería un amigo de su hermano. De allí el vínculo entre ambos”. ¿Qué averiguaciones y qué procedimientos? ¿Relaciones sexuales consentidas? ¿Qué vínculo? ¿Quién dice que habría? ¿Los adultos o la nena de once años? ¿En qué contexto? ¿Quién le preguntó? ¿Quién le enseñó la palabra y el sentido que tiene el consentimiento? ¿Qué saben de consentimiento las nenas de once años que no tuvieron Educación Sexual Integral en la escuela?
¿Qué sienten los y las que leen “General Villegas: una menor de 11 será mamá, el papá del bebé tiene 16”? ¿Se sentirán impunes para abusar y violar a las nenas de once años? ¿Le creerán a su hija, hijo o hije de once años cuando les diga que un varón le hizo cosas que no le gustaron o incomodaron? ¿O sólo leen mamá, bebé y papá para que no duela, porque total, no es ni la primera ni la última vez? ¿Podrán las nenas y los nenes de once años decirles a su mamá, a su papá o a su maestra que un varón les hizo cosas que no le gustaron o incomodaron? ¿Cuál es el límite de edad que tienen para que se les haga un nudo desde el estómago hasta la garganta? ¿10, 9, 8, 7, 6, 5, 4, 3, 2, 1?
Todavía ronda una idea de que a las mujeres nos matan, abusan y violan extraños, aunque la evidencia diga hasta el hartazgo todo lo contrario (3). Por eso, de alguna manera la conclusión de la nota es que se trata de una particularidad: “De acuerdo a los registros existentes sería la primera vez que se da esta particularidad”. Al final, no es nada más que una particularidad, una rareza, una excepción a la regla. Al final, un mensaje tranquilizador y por qué no, también aleccionador: si te pasa o te pasó lo mismo, será una particularidad. Al final, no se trata de un sistema en el que las femineidades somos el último orejón del tarro, sino de que somos las culpables de todo los que nos hagan, unas busconas y facilongas desde los once años.
Este texto es el resultado de conversaciones y sensibilidades compartidas con otras chicas que como yo vivieron en el partido de General Villegas sus infancias y adolescencias.
(1) A. S. I NO Abuso sexual en la infancia
(2) Ley de Protección Integral para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra las Mujeres
(3) Observatorio de las violencias de género Ahora que sí nos ven